sábado, 16 de abril de 2011

¿Ser friki desde pequeño es no tener infancia?

Desde que empecé a estudiarme las valencias en el colegio a razón de la formulación ha vuelto a salir mi pequeño conocimiento de las abreviaturas de la tabla periódica debido a que cuando tenía unos 5 años o así jugaba con la tabla de mi padre y le preguntaba. Al final por erosión sí se aprende algo. Cuando comenté eso, me miraron raro, obviamente, bueno, a excepción del profesor de biología que vino a sustituir en 1º y este año a dos clases de 3º al profesor fijo, que sonrió y puso cara de nostálgico y siguió paseando por el aula.

Siempre, desde que era muy pequeña me han dicho que no estaba teniendo infancia, que vivir en un libro, no jugar con muñecas, ir andado de acá para allá por un laboratorio rodeada de gente que hablaba de su trabajo, preguntándoles por lo que hacían, sabiendo cosas sobre material de laboratorio y nombre tan largos que una niña de, ¿cuánto? un año y medio, dos años, se supone que no debería conocer. Recuerdo eso de llevar siempre mi libro bajo el brazo, no hacer otra cosa que leer, dedicar horas y horas a esa actividad. Lo cierto es que no me arrepiento en absoluto. Para mí, los libros eran maravillosos, eran amigos. Me abrían las puertas a nuevos mundos, mundos inexplorados que desplegaban su belleza tan solo para mí, que me daban un camino que recorrer y explorar yo sola, a mi aire, rodeada de personas y seres que eran importantes, que se convertían en personas importantes para mí, rodeada de seres fantásticos que me maravillaban.

Como siempre acabo centrándome en los libros, pero el lado del laboratorio y la parte más friki no se queda atrás esta vez. Prácticamente me he criado allí. Rodeada de los becarios y el resto de profesores que trabajan con mi padre, quieras que no, les he tomado cariño y ahora que algunos becarios se van, ya doctores, (hago una pequeña pausa para felicitar a uno de ellos, autor del blog El Abismo, al que hay un enlace entre los blogs recomendados), va a ser extraño ir alguna tarde o alguna mañana y no verlos por allí cuando definitivamente se vayan a seguir su camino, aunque espero que vuelvan, como han hecho también otros de los que han trabajado allí y han regresado después de estar fuera, gracias a dios. En fin, el caso es que crecer rodeada por ellos, con el añadido de que mi padre cuando era pequeña no me contaba cuentos todas las noches, sino sus batallitas en la mili, la sierra, y lo más memorable, cuando me cotaba como funcionaba en corazón y la circulación sanguínea.

El caso es que por todas estas cosas, y quizás algunas más, los hay que podrían pensar que eso es no tener infancia y vivir en un mundo de estudios constante, sin esa etapa en la que no sabes nada y eres tan feliz moviendo unas muñequitas de allá para acá y formando familias con ellas. Que también he jugado con muñecas, pero menos. En definitiva, no es quedarse sin esa infancia, sencillamente escuchar un cuento diferente y jugar a juegos distintos, pero jugar y escuchar cuentos al fin al cabo.

No hay comentarios: